13 febrero, 2010

Ojos de videogame

La auténtica afición por los videojuegos se manifiesta en largas tandas frente a la pantalla que no distinguen de mañana, tarde o noche. Son sesiones en las que el jugador elige su propia aventura ya sea enfrentando colosos, atravesando carreteras o metiendo goles con Carlitos Tevez. Este despunte del vicio es la esencia que moviliza a la música de los Go- Neko! Ellos no tienen canciones, sino que ceden la totalidad del terreno a la música. Carecen de letras, como si en los estertores de su instrumentación maratónica buscaran poder ser la banda de sonido perfecta para una jornada de joystick.

Go neko! Una especie de documental es un pequeño recorte en la vida de Tom, el Peta, Pipe, Mariano y Manu. La música que se obtiene al recitar este coro de nombres brinda un certero indicio de que estamos ante una banda de barrio; flacos que viven en casas, se conocen por pertenecer a la misma familia, juegan en cuero a la pelota y toman birra del pico. Ah, y, por supuesto, le dan duro a la Playstation. En este clima de confianza desfilan las anécdotas, las instantáneas de los músicos preparando algún show y los amigos, como Santiago Motorizado.

Como en una perfecta traducción en imágenes del sonido de la banda, la directora María Luque mantiene en la filmación, durante los casi 40 minutos de esta especie de documental, un pulso flotante que desemboca progresivamente en furiosa explosión. En una escena, el reflejo de los cinco Nekos sobre la pantalla de un televisor se corta cuando, por fin, logran sintonizar el menú inicial del Winning eleven. El brazo de Tom, acérrimo futbolero académico, celebra alzándose victorioso. Vamos los pibes!

“Go neko! Una especie de documental” puede verse on-line acá, o bajarse de la web oficial de la banda

Los lanzallamas

Prietto Viaja al Cosmos con Mariano - Pronoise Sessions

Rec. Desde su voz, Maxi Prietto le da mecha a sonidos guturales, es como un Damo Suzuki con menos de crooner y más del vuelo de un niño. Las emotivas letras (“Son cosas que guardo en la almohada antes de dormir, recuerdos para día en el que no quiera estar vivo”, “Y ahora lo que queda es el recuerdo, que sólo vive en mí. Yo sé que vos ni te acordás.”) toman carrera en los latidos de la batería de Mariano, flotan en sus coros y estallan en la incinerante estridencia de la viola de Prietto.

El impulso de estas Pronoise sessions hace que, como en sus shows en vivo, el dúo haga fluír cada canción en la siguiente. En el medio, ambas partes coquetean, juegan un rato. Aparece el baile primitivo y las invocaciones en idiomas inciertos hasta que el flirteo alcanza su cometido cuando nuestros oídos identifican alguna melodía o letra conocida que, no obstante, instantáneamente es sometida a la deformación de la zapada.

Las sesiones grabadas para este disco son el registro documental de dos pibes que se prenden fuego rockeando. Lejos de la parsimonia del fogón, estos dos son auténticos lanzallamas. Pero su performance no es una combustión autista, sino que es una ceremonia ardiente y de entrada libre. Prietto ruge: “¡Vamos, vamos!, ¡¡¡Vamos allá!!!” invitándonos, como supo hacer Morrison, a pasar al otro lado. Esperame, Maxi.