17 diciembre, 2009

Un novio errante

Los primeros segundos de Los Amantes dejan bien en claro como vienen las cosas para Leonard Kraditor (Joaquin Phoenix). Basta con verlo en ese andar dotado de marchita pesadez, llevando esa prenda de tintorería que, como si se tratara de un velo de novia, arrastra de la misma forma en la que pareciera estar cargando con su alma antes de tirarse al mar. 

La actuación de Phoenix maneja sin medianías la ambivalencia sentimental y emocional que experimenta Leonard. Existen ciertas expresiones que mantiene reservadas en su actitud predominantemente hermética y que cuando se rebelan lo hacen con potente fulgor; como ocurre cuando hace pantomimas para una cliente en el negocio de sus padres o, fundamentalmente, en su baile descontrolado en el boliche. En esta escena sus movimientos frenéticos no terminan de ser agraciados ni son perfectos y es en esa imperfección donde reside su encanto.

De la noche a la mañana Leonard conocerá a Sandra (Vinessa Shaw) y a Michelle (Gwyneth Paltrow), dos mujeres que le representaran una disyuntiva entre, respectivamente, una conformidad edificada sobre continuar una vida que no es la suya y el vértigo asentado en la inestabilidad de las emociones, contraposición que transitará con extraña naturalidad. La polarización de estos dos mundos se expresará en cada rasgo de las relaciones, como por ejemplo la manera en la que conoce a ambas mujeres; una cena familiar que oficia de presentación formal y un encuentro casual en medio de una situación extraña. Pero lo que mejor documenta la naturaleza de estos extremos se observa, sin duda, en las escenas de sexo.

Con Sandra hacen el amor. Sonríen. El amanecer los encuentra abrazados con él recostado sobre ella recibiendo ese cobijo y contención que Sandra promete y representa. Con Michelle, en cambio, existe una atracción atravesada por la urgencia, casi de desesperación y desahogo. Cuando tienen sexo lo hacen de parados, en la terraza, llorando.

La terraza es una locación que en Los amantes es escenario de escenas particularmente notables. Descripción de la atracción como un espacio sin salida, la cámara encuadra a Leonard y Michelle siempre acorralados entre esas paredes de ladrillo. Ella lo quiere como amigo, sale con un hombre casado. Pareciera como si estas contrariedades no hicieran más que alimentar el deseo y la búsqueda de Leonard hacia Michelle. En cambio, la relación con Sandra será un lugar cómodo al que él siempre podrá volver.

Son especialmente significativas en la película dos miradas a cámara que apuntan al espectador, pero no en búsqueda del guiño cómplice (como sí ocurre en el plano final de Family plot o en la escena del perro muerto en el baúl de la camioneta de Funny games) sino que nos interpelan haciendo una única interrogación que se refleja en esos dos planos de ojos serios y una sobria tristeza: ¿Qué estoy haciendo? Es lo que nos preguntan Leonard en la escena final y Michelle cuando lo acepta, conscientes ambos de la inconsistencia de sus determinaciones. La pregunta se dirige “hacia afuera” porque la película de James Gray no toma partido ni ejerce juicio sobre sus personajes. No existe moraleja ni evaluación moral. La debilidad que inunda a Leonard se manifiesta en sus acciones siempre marcadas por la fragilidad, sin la fortaleza suficiente para que pueda forjar su propio devenir, que termina siendo determinado por las decisiones que toman otros sobre él. Esos otros que le ofrecen compañía, trabajo, futuro. Que lo abandonan.

5 comentarios:

Marina dijo...

Ah, me gustó este texto. Aparte está re bien la observación que hacés sobre el sexo; podés creer que llegué a leer que Sandra representaba la familia, la institución, mientras la rubia Michelle representaba la sexualidad???

Mar dijo...

No me gusto nada la pelicula ya te lo dije, y no me parecio que Leonard maneje con naturalidad la disyuntiva, sino que justamente cuando se trataba de la rubia no era realmente el, sino que actuaba, pero el critico sos vos, yo una simple espectadora... ajajaja Beso Aldo, ah y lei la frase de Erviti, o no se bien como se escribe..... que se yo, es de Banfield.

Aldo M. dijo...

Sí lo puedo creer, porque la idea de esas representaciones está dando vueltas todo el tiempo y deja en claro los límites de cada personaje. Digo, no me imagino a Sandra exhibiéndose por la ventana ni mucho menos colándose una pepa.


Yo no me jugaría, y menos en una película como ésta, a precisar como es “realmente” un personaje como Leonard. Y la frase de Erviti al principio me disgustaba, pero luego de ver "Zidane..." la terminé aceptando. Comunión que, sin embargo, nunca podré tener con su forma de jugar al fútbol.

maría font dijo...

hace mucho que no pasaba por acá, y por eso llego tarde a esta crítica, pero casualmente vi Two Lovers hace poco. Y aunque me gustó bastante, y la actuación de Phoenix me rompió el corazón, tengo un problema personal/ideológico con la película: y es justamente esa representación dicotómica de las mujeres. Que claro, acá zafa porque está sostenida por buenas actuaciones de mujeres increíbles, y porque Leonard es bipolar y por ende, se supone, se siente atraído por los extremos. En el fondo, la película no hace más que sostener la vieja idea de que hay mujeres "para casarse" y mujeres "para coger". Pero vamos, que somos bastante más complejas que eso...

Aldo M. dijo...

Hola Nati. Y también no te olvides que una es rubia y la otra morocha. Es cierto lo de la dicotomía, pero me parece que Two lovers no descansa en eso, sino que lo usa como putno de partida. Y a mí también me rompió el corazón la actuación del querido Joaquin.