Prietto de chico vivió en Quilmes y luego se fué a, la por entonces conocida como, Capital Federal. No se volvió a mudar y hoy trabaja en un mayorista de dulces en Zona Sur. Sabe de la pica existente entre Varela y Berazategui, aunque reconoce que Solano es más jodido. A estos datos debe sumarse que en la canción Av. Corrientes usa el término “Capital” para referirse a
Hablando con él me contó que todavía tiene familiares en Quilmes, lo cual sumado a su trabajo hace que todo el tiempo vaya y vuelva de un lugar a otro. En ese tránsito permanente siente que no termina de asentarse en ningún sitio. Acaso asumiéndose como hombre de ningún lugar y manteniendo cierta recurrencia binaria en sus cosas es que se asocia con Mariano. El hecho de que su banda de rock (y lugar de expresión) sea un dúo no puede ser tomado como algo casual, sino que parece responder a una lógica circular. Aparejados como significado y significante (la famosa entidad de dos caras que hace al signo, según Saussure), los componentes de Prietto viaja al cosmos con Mariano encuentran cada uno en su otra mitad la medida justa como fórmula para volver posible el viaje que despegue sus pies de esta tierra orientando su norte en dirección sideral.
Rojo y azul. Así estaban iluminados Prietto y Mariano el viernes pasado en el Zaguán Sur. Encuadrados como un sistema bicolor recordaban a ese gráfico que ilustra al sistema circulatorio cuando se lo estudia en las escuelas. La analogía también alcanza equivalencia en la idea de complementación cíclica entre esas dos partes (venas y arterias; guitarra y batería) que se necesitan en forma recíproca para componer un todo vital. A través de la estridencia y cierta sensación de desahogo que caracteriza su música, las canciones de Prietto y Mariano se develan como un ejercicio de desdoblamiento catártico.
Como la luz, las canciones de aquella noche también fueron escasas. No obstante, esa corta duración fue inversamente proporcional a la intensidad del show. Había un tema con el horario, no se podía terminar tarde. La gente era mucha. La cerveza también y se tomaba del pico, porque en la barra te daban unos vasitos de plástico de ésos que anulan el ya de por sí devaluado sabor que tiene la cerveza desde un tiempo a esta parte. Abundó también el baile. Y el humo.
Después tocó