El álbum en cuestión era Diadema y fué la primera vez que recibí un comentario acerca de Shaman y los hombres en Llamas.
La figura de Shaman encarna la de un juglar que habita un western pampeano, poblado de pulperías que reciben sus canciones de melodías circulares, relatos que encienden personajes terminales y coros marca Morricone.
En el Mundo de Fuego arden payadas lisérgicas que anhelan escapes interestelares, mientras le piden al aire frío del mar tan sólo una brisa. La noche es un médium hacia el espacio; al presentarse nos cubre con ése oscuro manto estrellado que, como todos saben, funciona como muestra gratis del cosmos. La voz de Shaman es un aullido, sonido nocturno por definición, que convoca para el ascenso definitivo hacia un fogón lunar.
Escucharlo es pasar a formar parte de un auditorio crepuscular, onírico, orgullosamente transfigurado. Al tiempo que, desde el centro y como vanidoso punto de fuga, el semblante de Shaman, real, todo lo vigila con sus ojos de león.
*Shaman ofrece todos sus discos en descarga directa a través del sello virtual Mandarinas Records